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martes, 29 de marzo de 2011

Reflexiones de un elector…….




Mi razón es simple, pero fundamental. Pedro Pablo Kuszcynski es el único candidato demostradamente motivado por una auténtica vocación de servicio. A diferencia de todos los demás, tiene una hoja de vida intachable, una impresionante trayectoria profesional y una considerable fortuna personal ganada con su trabajo. La combinación es única y muy difícil de encontrar en un candidato. Tal vez haya algún otro candidato honesto (no lo sé, a lo mejor entre los más pequeños) pero, en cualquier caso, ninguno con la misma autoridad a nivel nacional e internacional. Eso, lamentablemente, los hace más susceptibles a la vanidad, a la corrupción, a la manipulación por el poder económico y el poder político.

PPK no lo hace por el dinero, ni por el poder, ni tampoco por cualquier otro tipo de ambición personal, a no ser, tal vez, por la intención de dejar un legado histórico. Si fuese así, sería algo bueno, legítimo, que garantiza que se esforzará para que la presidencia no sea una mancha en su trayectoria profesional, sino más bien una forma de cerrarla con broche de oro. No sólo garantiza que él mismo va a ser honesto, como ya ha demostrado, sino también que no va a permitir la corrupción en su entorno, que le salpicaría, a él.

PPK es el único candidato que no tiene una agenda personal escondida ni ambiciones secretas. El podría estar ocupando una posición de igual o mayor poder y prestigio, ciertamente mucho mejor remunerada, como la presidencia del Banco Mundial. Cuando me lo imagino gobernando, lo veo pensando en el país, en su visión de desarrollo y progreso, en los 25 puntos de su famoso librito. Lo veo trabajando sinceramente por el futuro. Ese es el tipo de líder que yo quiero y el único que acepto. Un líder que no está pensando en él mismo.

En cambio, cuando me imagino a cualquiera de los otros candidatos gobernando, me resulta verdaderamente imposible no verlos distraídos con sus propias agendas y ambiciones personales. Los veo poniendo la prioridad en sus negociados, en sus componendas políticas, en sus líos personales y familiares, dejándose manipular. Los veo negociando arreglos bajo la mesa, complotando indultos, inmunidades, entuertos y cuentas bancarias secretas. Y, claro, tomando decisiones de Estado en función de cualquier cosa menos los intereses del país.

Hay temas en los que no coincido con PPK, que no vienen a colación ahora y que ante el tema principal, el de la autoridad moral, resultan totalmente secundarios. Los problemas técnicos tienen soluciones técnicas. Los problemas difíciles son los que requieren poseer la voluntad política correcta. Eso es lo principal y lo más difícil de encontrar. Yo no creo en la filosofía del “roba pero hace”. Yo aspiro a tener un presidente honesto y además con el suficiente carácter como para no tolerar corruptelas en su gobierno. Alguien que trabaje sinceramente para enfrentar nuestros problemas, comenzando por la corrupción, aunque no sea perfecto. Candidatos así no aparecen muy a menudo y, ciertamente, no aparecen en todas las elecciones.

Por eso voy a votar por PPK. No comparto el argumento del “voto perdido”. Me parece absurdo. Yo votaré por el candidato que quiero ver gobernando y no por un dudoso cálculo a favor de otro que, en verdad, no me convence. No votaré por el menos malo, sino por el mejor. Si en la segunda vuelta tengo que elegir entre el malo y el peor, lo haré. Pero en la primera vuelta voy a hacer todo lo posible para evitar que eso ocurra.

No nos acomodemos a lo que indican las encuestas….
Hasta Luego.-

martes, 22 de marzo de 2011

PPK y las ballenas suicidas


PPK y las ballenas suicidas

No se sabe si por temor a alguna amenaza que desconocemos o algún error en su sistema instintivo, las ballenas protagonizan a veces terribles escenas de suicidio colectivo.
Unas veces mueren en medio del océano; otras, se dejan arrastrar por el oleaje hasta quedar agonizantes sobre la arena de las playas. En ocasiones, se han arrojado violentamente contra las peñas estrellando sus enormes cabezas hasta perder la vida. Lo cierto es que centenares de cetáceos se lanzan así a las oscuridades de la muerte sin razón aparente o por un extraño mal cálculo que les cuesta la vida.

Cuando converso con la gente, son muchos los que aseguran que Pedro Pablo Kuczynski, PPK, es el mejor candidato presidencial en estas elecciones. Aseguran que reúne los mejores requisitos y citan varios: su capacidad técnica, su sensatez, su gran experiencia en los ministerios de energía y minas y de economía y finanzas; su inobjetable desempeño como presidente del consejo de ministros; el haber rescatado nuestra economía; el reconocimiento mundial del que goza como uno de los mejores economistas del mundo, y hasta la destreza con que toca la flauta.

Sin embargo, y pese a todos los puntos a favor, son muchos los que lamentan su bajo porcentaje en las encuestas y dicen preferir derivar su voto a los candidatos punteros, “para no perderlo”.

¿Qué extraña amenaza o falla en el instinto nos está afectando a los peruanos? ¿Qué grave sinrazón o error de cálculo nos lleva a lanzarnos de cabeza contra los peñascos? ¿Cómo es que renegamos de nuestra propia convicción para apostar por quienes no queremos y abandonamos a quien sabemos el mejor?

Una reciente encuesta de la universidad privada Antenor Orrego revela que en Trujillo, el 12% de la población votará por PPK, colocándolo en cuarto lugar. Pero ante la pregunta “Y pensando en el desarrollo de nuestra ciudad, ¿qué candidato cree usted que le convendría como presidente a los trujillanos?”, PPK obtiene el 21% de la aprobación, quedando apenas a cuatro puntos del primero. Es decir, empate técnico.

Estoy seguro de que lo mismo ocurre en muchas ciudades del país, empezando por Lima. Lo dice la gente, lo comentan los taxistas, lo aseguran señoras y jóvenes: PPK es el mejor candidato. ¿Qué nos pasa entonces?

Falta poco más de 40 días para las elecciones. Todavía hay tiempo para ser leales a nuestras convicciones. Para no ir al suicidio colectivo como ballenas confundidas, sino a construir una gran nación, moderna, digna y próspera, con el hombre más capaz en Palacio de Gobierno.
Hata luego.-